Profesores y alumnos al mismo tiempo

El programa municipal «Trueque de idiomas» conecta hablantes locales y foráneos para que practiquen juntos

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Nzisabira y María Eugenia López, durante una clase. Igor Aizpuru.

VITORIA. Jon Ander Otaduy.

Existen muchas alternativas para aprender un idioma hoy en día: academias, tutores personales, cursos, clases a través de internet, etc. La gran mayoría de ellas están encaminadas a mejorar las distintas lenguas con un objetivo concreto a corto o medio plazo como, por ejemplo, conseguir sacarse ese dichoso título de EGA que tantas puertas puede abrir a la hora de buscar trabajo en el País Vasco. O también alguno de los prestigiosos certificados oficiales de Cambridge, básicos si lo que se persigue es buscarse la vida en el exterior.

Sin embargo, el centro municipal Norabide ofrece otra opción, el «Trueque de idiomas», un programa de intercambio que permite a los participantes practicar una lengua con una persona que la domina a cambio de enseñar la propia, pero de una forma mucho menos restrictiva y pesada que en un centro especializado. «La idea no es ninguna novedad, pero nosotros la hemos personalizado. Buscamos que la gente intercambie de forma igualitaria y con total libertad el saber propio en su idioma, además de poner en contacto a personas que, de otra manera, no se hubieran conocido tan fácilmente», indica Silvia, una de las organizadoras del proyecto.

La propuesta parece haber convencido a muchos, y es que no en vano el programa cuenta con aproximadamente medio millar de ciudadanos que intercambian en parejas un total de 41 lenguas diferentes -una de ellas debe ser siempre el castellano o el euskera-. A pesar de que pueda parecer una iniciativa dirigida al público joven, desde el centro municipal aseguran que tienen participantes «de 18 a 70 años» y que es aquí donde reside gran parte de la riqueza del trueque, ya que las generaciones más veteranas pueden dar consejos e incluso enseñar oficios a las más inexpertas.

«Una de las parejas que tenemos está formada por un chico paquistaní que estudia electricidad y un hombre adulto que se ha dedicado a esta especialidad toda su vida», asegura Arantza, otra de las coordinadoras del plan. Por supuesto, no se trata de una feliz coincidencia. «Hacemos entrevistas personales para ver el nivel del idioma de las personas, pero también para conocer sus gustos, afinidades y horarios. El objetivo es facilitar al máximo una conversación fluida en un ambiente placentero».

Burundi y Vitoria
Uno de los pocos requisitos es que las parejas practiquen un mínimo de una hora semanal, aunque cada una puede quedar todo lo que se le antoje. «Algunos van más allá e incluso comparten el tiempo de ocio y van al cine o se buscan planes alternativos porque se han hecho amigos. De hecho, en los motivos de las inscripciones muchos escriben que quieren conocer gente de otras culturas con la que llenar su tiempo libre».
Uno de estos últimos casos es el de la dupla formada por Richard Nzisabira y María Eugenia López de Vicuña.

Él es un hombre de 42 años nacido en Burundi -un pequeño país ubicado en el centro de África- que domina perfectamente francés e inglés, y ella una vitoriana de 63 que se maneja sin ningún problema tanto en euskera como en castellano. En sus encuentros intercambian francés por euskera, aunque a distinto nivel, ya que Richard apenas conoce la lengua vasca y María Eugenia ha trabajado gran parte de su vida en la enseñanza de los principales idiomas europeos y puede defenderse en la jerga gala.

«Nosotros hablamos primero un rato en francés para contarnos nuestras cosas o cómo ha ido el día por ejemplo, en plan introducción y ya después vamos con el euskera poco a poco», explica la alavesa, que de vez en cuando utiliza palabras francesas para aclarar alguna duda de Richard. El africano, por su parte, admite sentirse sorprendido por las similitudes que está encontrando entre el euskera y su lengua natal.

«Aquí, para decir nombre se usa «izena» y en mi país se pronuncia «isina»», comenta entusiasmado. También ha tenido tiempo para vivir alguna anécdota divertida. «El primer día que vine a Vitoria vi pasar un autobús en el que ponía «La Burundesa» y me quedé atónito. ¡Burundesa es mi hermana! ¿Por qué pone en un autobús «La Burundesa»?», una duda que le hizo incluso consultar en la estación de la calle Los Herrán.

Ahora, y tras casi tres meses en la capital alavesa, Richard ya es capaz de hacerse entender con las expresiones más básicas del complicado idioma vasco. «Kaixo, zer moduz, oso ondo, eskerrik asko, ez horregatik, mesedez, barkatu, ongi etorri, egunon, arratsaldeon, gabon…», pronuncia con un todavía marcado acento francés. «Él es una persona que aprende muy rápido», afirma su compañera de trueque, quien echa de menos algunos libros que le facilitasen el aprendizaje. «También le aconsejo que practique viendo dibujos animados».

Hablar en cualquier lugar
Una de las principales ventajas de la iniciativa de Norabide es que, al contrario que en un academia, los participantes pueden decidir por su cuenta el lugar y el horario en el que conversar. «Nosotros quedamos siempre en una esquina, somos muy clásicos para eso», confiesa María Eugenia entre risas. Los lugares elegidos varían en función de la climatología o las preferencias de cada uno de ellos. «No solemos ir a un sitio fijo. Si un día nos apetece charlar bajo el sol en un banco del parque de La Florida, pues nos reunimos allí, pero también puede ser en una terraza o en una cafetería si llueve, por ejemplo».

El horario tampoco es un problema para esta pareja debido a que ambos cuentan con mucho tiempo libre al encontrarse él parado -aunque preocupándose a todas horas por conseguir trabajo- y ella jubilada, tras dedicar décadas a la enseñanza. «Ahora en verano vernos es más complicado porque yo, por ejemplo, me voy de vacaciones, pero a la vuelta retomaremos las clases sin falta», asevera la vitoriana. Eso sí, durante esas semanas, ambos echarán de menos a su respectivo «profesor particular».

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